Los reptiles

Los reptiles
Los actuales reptiles son descendientes de aquellos otros gigantescos (dinosaurio, tiranosaurio, etc.) que dominaron la Tierra en la llamada era Mesozoica o era de los reptiles. A su vez, aquellos reptiles habían evolucionado a partir de los anfibios para lograr la conquista del medio terrestre: así, mientras que los anfibios dependían, en su reproducción, del medio acuático, pues de lo contrario sus puestas se desecaban, estos otros, los reptiles, superaron el problema con la formación, alrededor de la célula huevo, de una sustancia calcárea que recibe el nombre de cascarón. Por otra parte, la célula huevo contiene en su interior una gran cantidad de sustancia se reserva o vitelo, suficiente para mantener al embrión a lo largo de todo su desarrollo, Sin embargo, desde el punto de vista evolutivo, hay una adquisición por parte de los reptiles que se mantendrá en los otros grupos de vertebrados más evolucionados, como aves y mamíferos: la existencia de una membrana que rodea al embrión, llamada amnios. El amnios limita una cavidad llena de líquido en el que algunos científicos quieren ver la expresión del primitivo medio acuático de los primeros vertebrados. Este líquido amniótico procura al embrión protección contra la desecación aún dentro del cascarón.


Entre los reptiles existen subgrupos con caracteres morfológicos muy distintos, tales como serpientes, lagartos, cocodrilos y tortugas. Todos los cocodrilos y tortugas, así como la mayor parte de las serpientes y lagartos, son ovíparos; es decir, se reproducen mediante huevos. Sin embargo, algunas serpientes (como el cascabel) y algunos lagartos son ovovivíparos, e incluso unas pocas especies son vivíparas (la víbora). Precisamente, la existencia de especies vivíparas dentro de los reptiles es de gran importancia para la explicación de los mecanismos de desarrollo de los mamíferos, sobre todo teniendo en cuenta que en las aves no existe ningún caso conocido de viviparismo.
Los patrones de apareamiento en la época de celo varían mucho de unas especies a otras, siendo corriente cierto dimorfismo sexual en lo que respecta a la pigmentación, que en dicha época se acentúa. Sea cual sea el método de aproximación y estimulación, el macho introduce su órgano copulador en el interior de la hembra, depositando los espermatozoides que fecundarán el huevo, que, protegido por sus distintas envolturas, será puesto al exterior por la hembra.

El número de huevos por puesta parece ser que guarda cierta relación con el tamaño de los reptiles progenitores, y así, las grandes serpientes tienen puestas mayores que las especies más pequeñas. Hay, sin embargo, casos excepcionales por el gran número de huevos puestos, como la serpiente pitón, que llega a poner cien huevos, o la tortuga marina, cerca de mil. El lugar de la puesta es muy variable: los cocodrilos, por ejemplo, la efectúan en una especie de nido que fabrican con ayuda de ramas y hojas; los lagartos y serpientes los entierran en la arena o en grietas de rocas o troncos, y las tortugas los entierran en el suelo. Es frecuente el caso de grandes tortugas que se desplazan desde el mar o desde los ríos a tierra firme y se adentran varios kilómetros hasta encontrar un lugar aislado y soleado en donde cavan un agujero con sus patas traseras, depositan los huevos, que tapan después, para iniciar el regreso al punto de origen. Como norma, los reptiles ni incuban ni cuidan de sus crías; pero hay excepciones, como sucede con el aligátor.
Para la salida del cascarón, las crías utilizan el llamado diente del huevo o algún refuerzo córneo de la cabeza. El diente del huevo es un auténtico diente que se encuentra en el extremo del maxilar superior y que se desprende al poco tiempo de la eclosión. Los reptiles al nacer tienen ya todas las características de los individuos adultos, por lo que no precisan metamorfosis como los anfibios.

0 comentarios:

Publicar un comentario